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lunes, 23 de enero de 2012

Españoles, ¡¡despertad!!, por Gabriel Alcolea

Los peores presagios empezaron a cumplirse en España un nueve de mayo de hace dos años. Rodríguez Zapatero, otro gendarme del poder económico, otro adulterador y usurpador del arte de la política, con camaleónicas falacias, impuestas por la oligarquía financiera que mueve el mundo, con expresa representatividad en Merkel y Sarkozy, enseñó a los españoles que la asesina pandemia por ellos diseñada y que ya todos conocemos con el nombre de crisis, iba a hacer mella directa en todos los logros sociales que tantos años y esfuerzos nos costó conseguir.
La mediatización de las masas ha sido, es y será implacable. Nos han ido inoculando las dosis adecuadas para que, poco a poco, veamos en “su crisis” la necesidad de vernos amparados por los salvapatrias de siempre y que, inexplicablemente, el electorado del pueblo español, a través de otra falaz engañifa como es el  falso y pactado sistema electoral, siga votando acérrimamente a los mismos que nos han conducido, a través de una de las mayores corrupciones conocidas en el mundo occidental, a no divisar otro camino que la resignación, el acatamiento y la humillación.


Muchos son los datos que están saliendo a la luz pública. En cualquier diario o medio de comunicación puede usted ponerse al día de todas las catástrofes (ellos les llaman ajustes necesarios) que nos están llegando y que, las más graves, aún están por llegar. Ajustes, reformas, recortes…da igual como les quieran llamar. Son, simplemente, un engaño más al indocumentado ciudadano que, superado y, sobre todo, amedrentado, sólo espera el milagro de quedarse como está. Por eso mismo, como le sabemos resignado, o cuando menos, mediatizado, de todo cuanto malo nos va a suceder, no hacemos ninguna precisión sobre cifras y datos. Están ahí.
Se refieren a todo –lo único, en realidad- lo bueno, necesario y justo (qué bien nos lo hemos currado) que tienen las clases trabajadoras. El llamado “gasto social” que ya de por sí, hasta el nombre, (gasto) resulta insultante. Para ello han reformado hasta lo que parecía –y decían- era imposible reformar: la rígida Constitución española. No se andan con chiquitas.
Ahora, principalmente, toca el turno a funcionarios, pensionistas y trabajadores en general. No se conforman en “ajustar” (mejor sería llamarle ajusticiar) nóminas, contratos, impuestos, etc, no. Necesitaban “recortar” las ventajas que la clase trabajadora y los ciudadanos en general habían conseguido. La sanidad, la educación, las ayudas sociales a dependientes, becas, prestaciones, subsidios, etc.etc.
Uno de los ejes esenciales –vitales- de cualquier sociedad civil, la educación pública, es la que más va a sufrir –de momento- las consecuencias de esta canallesca destrucción de los bienes del pueblo. Se han cebado y van a seguir haciéndolo. A estos suplantadores de los “verdaderos políticos” es algo que siempre les ha molestado. La educación, sobre todo la pública, es un peligro para sus clases. La instrucción de las masas y su culturización es un peligro a evitar. Como sea. Aunque haya que privatizarla, que en realidad, es lo que persiguen.

Nuestros centros están perdiendo docentes. No se han limitado a la congelación de sus salarios o a ampliarles la jornada laboral, no. Van a ser despedidos sin más. Están perdiendo sus facultades y atribuciones. Existen institutos y colegios que no pueden permitirse el uso de la calefacción y, algunos, no tienen medios económicos ni para hacer fotocopias o para la compra de papel higiénico. Pero así andan también los juzgados, ayuntamientos, diputaciones, instalaciones deportivas, parques y jardines, y, en general, todo lo que huela a público. El término público les corroe y lo odian.
En fin, podríamos seguir durante horas, pero ¿para qué?…La cosa está clara. A través de meternos el miedo en el cuerpo, disfrazan todas las prebendas que han destinado a eventos faraónicos, se distribuyen los presupuestos con estilo mafioso y torticero, se reparten la tortada de la corrupción a todos los niveles, se mantiene a la escuela privada y a la iglesia católica con cerca de diez mil millones de euros anuales, se hace la vista gorda al 26% de economía sumergida y mientras, nuestros hijos, los hijos de los que estamos manteniendo este lamentable y corrupto reino con nuestros impuestos están empezando a ver y notar los que el futuro les depara, salvo, claro está, que los españoles despierten de una vez y sepan poner a los que de verdad  están amparando esta crisis en el sitio que les corresponde: en la calle y, a algunos, en la cárcel.

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