Habemus “Credo”.
Dos días han pasado desde que se inaugurara en Arévalo la nueva edición de Las Edades del Hombre. Los honores los hacía la Infanta Elena de Borbón. Y con ella los prebostes de la política regional, provincial y local. No faltaba la Iglesia Católica. Y es que no podía faltar a un evento donde se siente dueña y señora.
Dos días han pasado desde que se inaugurara en Arévalo la nueva edición de Las Edades del Hombre. Los honores los hacía la Infanta Elena de Borbón. Y con ella los prebostes de la política regional, provincial y local. No faltaba la Iglesia Católica. Y es que no podía faltar a un evento donde se siente dueña y señora.
Todos ellos cogidos en
la fija imagen de múltiples fotos. Como la que presentamos. Pero ésta es más
que una foto. Es viva imagen de un cuerpo… político, con su corazón (Corona),
su cabeza (Gobierno) y sus piernas y brazos (Iglesia y caciques). Podríamos
decir que es el fiel retrato del actual régimen político, el de la Monarquía, obsoleto,
ya agostado, que agoniza entre sus propias miserias y suciedad, pero que mientras
fenece lleva a nuestra dolorida España, una y mil veces vapuleada, vilipendiada,
al abismo; un cuerpo político en proceso de putrefacción que no sólo es incapaz
de satisfacer las necesidades más básicas de nuestro pueblo sino que actúa como
agente activo de sus males. “El paro y la
carestía, eso es la Monarquía”, gritan los manifestantes.
Ahí está la Corona de
la mano de la Cruz, como siempre. Y a su lado el caciquismo, antes de ayer niño,
ayer adulto (con el fascista y criminal régimen franquista, que nos lo legó en
herencia junto al dos veces Borbón) y hoy viejo, como el viejo “Topamí”,
Presidente de la Diputación Provincial de Ávila, entre otros cargos, señor
Agustín (tocayo mío mal que me pese) González.
Es esa Monarquía,
vividora, crápula, tocada por la corrupción (forma parte de su código genético),
que se va a cazar elefantes mientras nuestra gente padece. Empero, esa gente
poco a poco abre los ojos, despierta. Y le da, dice el CIS, casi un “muy
deficiente” (3,6) y la ve, por primera vez, como un problema.
Es esa Iglesia, que se
aprieta todos los años la friolera de 6.000 millones de €, bien en subvenciones
de las distintas administraciones, bien en beneficios fiscales y otras
prebendas. Mientras, miles de nuestros hijos empiezan a pasar hambre; mientras,
la pobreza se enseñorea por las tierras de España. ¡Qué haría la Iglesia sin
pobreza!
No falta el “político”
despilfarrador y megalómano, nuestro siempre trajeado y engominado alcalde,
Galicia Jaramillo, aprendiz de ese correligionario suyo de Castellón, “de cuyo nombre no quiero acordarme”. A
él, como a aquél, como a todos ellos, se le llena la boca de “austeridad”, vil
pretexto para sus agresiones, y descarga, como aquél, como todos ellos, sobre
el común de los mortales la responsabilidad de la crisis: “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, al tiempo que
repite, a coro con aquél, con todos ellos, que “hay que apretarse el cinturón”. Mucho “credo” pero poca vergüenza.
No recuerda ya el cerca del millón de euros que ha dilapidado de las arcas
municipales con la dichosa muralla.
No falta la encarnación
del Gobierno de Rajoy, el gobierno del paro, los recortes y la recesión, el
Gobierno que ha vendido su pueblo a intereses, políticos y económicos,
extranjeros, que nos ha traído a la Troika (el pasado martes aterrizaba en
Madrid); decimos, que no falta la encarnación de ese malgobierno en la persona
del presidente de la Junta, señor Juan Vicente Herrera.
¿Tenemos el cuadro
completo? No. Observemos detenidamente. Sí, detrás, en la parte izquierda de la
foto. Entre las cabezas del cacique y del despilfarrador. Fijémonos y podremos ver
a la banca, tan usurera ella; podremos identificar al ínclito José Ignacio Goirigolzarri, presidente de Bankia, colega del cacique. Todo un prohombre.
Como buen burgués, todo filantropía… velo con el que tapar sus vergüenzas.
Ahora sí, ahora tenemos
el cuadro completo, el cuadro de un régimen político podrido, antisocial, que nos
condena al paro y la pobreza y sólo nos ofrece sufrimiento; que salvaguarda los
intereses de los mismos que nos han metido en la crisis; los mismos que
mientras nuestros jóvenes tienen que emigrar y cada vez más niños españoles
pasan hambre siguen engordando sus bolsillos; un modelo político plagado de
corruptos y al servicio de ladrones, especuladores y corruptos.
Tenemos ya el cuadro
completo. Sólo queda colgarlo en el museo o depositarlo como reliquia en la
cripta de una iglesia. Darlo por fin la forma verbal que le corresponde: pretérito
(y apuntillamos: imperfecto).
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